martes, 8 de diciembre de 2009

Bodyguard Kiba: Apocalypse of Carnage


(Bodigaado Kiba: Shura no mokushiroku) Japón, 1994. 64m. C.
D.: Takashi Miike
I.: Noriko Arai, Takanori Kikuchi, Megumi Sakita, Takeshi Yamato.

En una entrevista Takashi Miike declaró que no le gustaban las segundas partes porque denigraban el original. Por tanto, cuando tenía que abordar una secuela procuraba hacerla lo más diferente posible al original. En la continuación de Bodyguard Kiba volvemos a encontrarnos al karateca Kiba protegiendo a un cliente, en este caso femenino, con el propósito de ganar dinero para su clan, la escuela de kárate Daito. Pero más allá de este punto de partida, ni el tono ni el argumento del film remiten al original.

De entrada, Bodyguard Kiba: Apocalypse of Carnage abandona la mixtura genérica de su predecesora para ser un film de artes marciales en estado puro. Literalmente. Miike no sólo sustituye los personajes de un yakuza eiga por iconos de las películas de artes marciales (los combates en un dojo, monjes luchadores e, incluso, ninjas) sino que propone un contraste entre la pureza de una película de kárate y la perversión de las películas de yakuzas. Tras ser atacados durante su visita a un templo, Kiba le dice a su cliente que le extraña que sus contrincantes no hayan utilizado armas de fuego, cuando "hoy en día en Japón todo el mundo puede conseguir una". Los enemigos de Kiba se reúnen y actúan como si fueran yakuzas, y a ellos están dedicadas las escenas nocturnas, paseándonos por los barrios más degradados y llevándonos a vulgares locales donde buscar una diversión inmediata y, por tanto, efímera. Todas estas escenas son rodadas por Miike dando a la imagen un movimiento nervioso y utilizando el montaje corto, contagiando a su puesta en escena del ambiente hedonista y patético que muestran las imágenes.

El honor, tan importante en los films de artes marciales como en las películas de yakuzas, se verá pervertido por un sentimiento de venganza incubado en el pasado. En un mundo regido por las armas de fuego, la codicia y la traición, sólo un combate mano a mano, puño contra puño, de dos luchadores, entre el pasado (el escenario: las ruinas de un templo) y el presente (el combate al aire libre) puede limpiar el alma de un hombre.

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