sábado, 9 de enero de 2010

Fudoh: The New Generation

(Gokudô sengokushi: Fudô) Japón, 1996. 98m. C.
D.: Takashi Miike
I.: Shosuke Tanihara, Kenji Takano, Marie Jinno, Tamaki Kenmochi

Que un director se dé a conocer en el mercado internacional con su película número 19 no es algo habitual. Que esa película esté protagonizada por niños asesinos, hermafroditas cuya principal arma es una cerbatana disparada con su vagina, yakuzas que pagan sus culpas sacrificando a sus hijos, gigantones tarados dignos de un vídeo-juego de lucha, profesoras que esconden su más peligroso secreto en su propia piel o infantes que se tatúan con la sangre de su propio hermano muerto, entra de lleno en la extravagancia. Fuimos muchos los que tuvimos nuestro primer acercamiento al cine de Takashi Miike con Fudoh: The New Generation, posiblemente una de sus películas más accesibles, pero, paradójicamente, quizás la más bizarre.

Bizarre. Esa es la palabra que le viene a la cabeza de inmediato al espectador de esta película. Basada en el manga de Hitoshi Tanimura, Miike parece aprovechar esos orígenes para realizar un auténtico despliegue de excesos, a cual más delirante. Partiendo de un enfrentamiento entre bandas yakuzas, la película propone un cambio generacional marcado por sangre y fuego. La vieja yakuza ha perdido el honor...y los orígenes. Cuerpos marchitos que se asientan en sus tronos como auténticos monumentos de piedra. Fudoh y su joven banda son la alternativa.

Vista ahora, Fudoh: The New Generation supone una auténtica introducción al Planeta Miike. En ella parecen convivir dos fuerzas creadoras antitéticas que, sin embargo, se complementan y se compensan mutuamente.

La principal, o más aparente, es el Miike provocador. Una de las grandes virtudes de Fudoh: The New Generation consiste en que Miike no sólo no se amedrenta ante el cóctel molotov que tiene entre las manos, sino que se atreve a llevar su universo bizarre a sus últimas consecuencias. Así, es capaz de mezclar ultraviolencia yakuza con el erotismo más grotesco y fetichista; el gore más sangriento con el fantastic más sutil y poético.

Y se lo permite porque sabe que ahí estará el otro Miike para equilibrar la balanza: el Miike cineasta. La prodigiosa puesta en escena, tan atenta a los detalles como a las perspectivas generales, no sólo controla los excesos, sino que los do
ta de contenido. Transforma lo que podría haber sido un grupito freak en figuras carismáticas, tridimensionales y, en el fondo, trágicas. Sin ir más lejos, la energía, la vitalidad y la templanza de Fudoh tienen su origen en el sentimiento de venganza y de traición, un fuego que le recorre las venas y que le lleva a enfrentarse a su propia sangre.

La conjunción de estas dos fuerzas da lugar a logros tan asombrosos que casi rozan lo sobrenatural: ver si no la secuencia de sexo entre una alumna hermafrodita y su profesora de inglés: resuelta en una escena tan romántica como triste, tan lírica como íntima.

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