domingo, 6 de marzo de 2011

Phenomena

(Phenomena)
Italia, 1985. 110m. C.
D.: Dario Argento P.: Dario Argento G.: Dario Argento & Franco Ferrini I.: Jennifer Connelly, Daria Nicolodi, Dalila Di Lazzaro, Donald Pleasence F.: 1.66:1

Con Phenomena, Dario Argento retoma el tono fabulesco que inaugurara casi diez años antes con Suspiria, presentándonos a una nueva e, inicialmente, desvalida heroína que se internará en el mismo centro de horror para experimentar una suerte de viaje iniciático en el que, inevitablemente, será contaminada por el Mal al que se enfrenta. Un tono evidenciado con la llegada de la protagonista, la adolescente Jennifer Corvino, al internado femenino en el que ha sido ingresada por su padre, un popular actor que hace furor entre las jóvenes. La llegada a dicho edificio es narrada por una voz en off de igual manera que en el inicio de la mencionada Suspiria, rescatando el "Érase una vez" de los cuentos clásicos. Pero, a pesar de esta similitud, nos encontramos antes un film diferente de aquel, como ilustran las imágenes: a su llegada, Jennifer no es recibida por una huracanada tormenta ni la arquitectura hace gala de los esquinados modos art nouveau de la Tanz Akademie. Phenomena se nos presenta como el reflejo invertido de Suspiria (y por extensión de Inferno, su compañera natural), como si la inmediatamente anterior Tenebre, que ya sustituía la delirante paleta cromática por asépticos escenarios modernistas, hubiera significado un "baño de realidad" para las imágenes del cineasta italiano.

El comienzo del film resulta harto significativo. La cámara se mueve en un idílico paisaje, en medio de las montañas suizas, captando la manera con la que el viento mueve tanto la hierba como las ramas de los árboles, todo ello retratado por una fotografía que recoge el ambiente naturalista del entorno a la vez que explota el intento color verde de este. En este escenario, vemos como una turista pierde el autobús en el que viajaba con sus compañeros de excursión. Sola y perdida, buscará ayuda en una casa cercana. Los movimientos de cámara que siguen sus pasos, con ese mismo viento removiendo la melena de la chica, sumado al penetrante tema musical compuesto por Bill Willman y Terry Taylor dota a toda la secuencia de una atmósfera telúrica casi alucinatoria. El lugar en el que la joven buscaba ayuda significará, en cambio, su perdición, al ser atacada por su ocupante quien, finalmente, acabará con su vida. Un asesinato rodado con los elementos habituales del cine de Argento (la cámara subjetiva que persigue a la joven; el uso de un arma blanca: unas tijeras) y que, aquí, adquiere un tono irreal producto del sugestivo ambiente descrito (y potenciado por el poderoso plano a cámara lenta que nos muestra como el cuerpo de la chica, tras ser apuñalada, retrocede para romper una pared de cristal, con los fragmentos haciéndose añicos al golpear su rostro).

Toda esta penetrante atmósfera telúrica tendrá su continuación, y significación, con la introducción de Jennifer. En su primera aparición, ésta ya hace gala de su habilidad para comunicarse con los insectos. Un poder que Argento utiliza para convertirla en representación de la Naturaleza, un ser cuya pureza está sólidamente personificada por una jovencísima Jennifer Connelly, en su segundo trabajo en el cine tras debutar con Érase una vez en América de Sergio Leone, cuyo rostro destila la frescura y la ingenuidad propias de las inocentes heroínas de los cuentos de hadas, subrayadas además por ir siempre vestida con holgadas prendas de color blanco, las cuales, a medida que se vaya internando en la oscuridad, se irán progresivamente manchando, ensuciando su pureza con el contacto de lo pútrido.

Una oscuridad que ella misma incuba en su interior como nos ha explicado, minutos antes, el entomólogo John McGregor al mostrar como el estudio de los insectos puede servir para fechar el momento en el que se ha producido un asesinato: los insectos son parte de la naturaleza (es decir, de la vida) pero, igualmente, su existencia depende de la muerte. Por tanto, su conexión con los insectos enlaza directamente a Jennifer con la muerte. Argento plantea esta dualidad vida-muerte como un desorden mental de su protagonista: en su primera noche en la residencia, Jennifer caminará sonámbula, escapando del recinto para toparse directamente con el asesino. Al día siguiente, el médico de la escuela llegará a la conclusión de que el sonambulismo de Jennifer puede ser un síntoma de una incipiente esquizofrenia, de una segunda personalidad que quiere salir al exterior. Es la parte de insecto de Jennifer la cual, cuando ésta se duerme (esto es, la parte humana), ocupa su lugar: cuando está caminando dormida en plena noche, Jennifer ve lo que le rodea como si fuese de día: está mirando con sus ojos de insecto.

Es este punto de vista el que convierte a Phenomena es uno de los títulos más físicos de su autor, puesto que los sangrientos y retorcidos asesinatos carecen del envoltorio esteticista habitual hasta el momento, resultando, por tanto, más sórdidos en su exhibición naturalista, sin artificios. Igualmente, la identidad del asesino no sólo carece de la menor importancia sino que, más que nunca, sus propias acciones son un simple telón de fondo, casi un deus ex machina que arranca con la llegada de Jennifer al lugar, como si no fuera más que una representación material del lado oscuro (y, por tanto, violento) de la protagonista, necesario para que ésta complete su metamorfosis en mujer-insecto. Esta subjetivización de los acontecimientos narrados, con todos los sucesos filtrados por el punto de vista de Jennifer, es subrayada tanto por el ritmo alucinado del film (con escenas directamente delirantes, como el viaje en autobús de Jennifer acompañada de una mosca necrófaga) como de la propia banda sonora, en la que enérgicas canciones heavy comparten espacio con delicadas piezas instrumentales, síntoma de la esquizofrenia que sufre la joven.

La metamorfosis se completará a través de la inmersión en sendos ambientes acuáticos, cada uno de ellos representante de una parte de su mente escindida. Huyendo del asesino, Jennifer se introducirá en un agujero abierto en el suelo de la habitación en la que ha sido encerrada, penetrando en el interior de la tierra para desembocar en una pútrida piscina llena de trozos de cuerpos en descomposición. Un contacto directo con la muerte que, como decíamos al principio, manchará su vestido blanco, simbolizando su aceptación de la parte violenta de su poder, estando lista para utilizarlo en contra de su monstruoso perseguidor. Tras lo cual, escapará sumergiéndose en el lago situado al lado de la casa, cuyas aguas limpian la suciedad que contamina su vestido. Phenomena finaliza con una imagen de Jennifer, rodeada de cuerpos mutilados, abrazada a un chimpancé que le acaba de salvar la vida: perfecta metáfora que nos muestar que, finalmente, ha aceptado, y controla, ese lado violento y natural que siempre ha formado parte de ella.

2 comentarios:

BizarroJoe dijo...

¡Por fin! Dado el tiempo que te ha llevado escribir esta reseña se puede decir que ha costado más que parir un hijo. No se lo tenga en cuenta el lector ocasional, porque la película es de unas calidades tan heterogéneas que valorarla en su justa medida se las trae, y mucho. Su guión sería rechazado por cualesquiera productor de los de hoy en día, y bastante hace Argento con conseguir una suspensión de incredulidad suficiente como para tragar con algunos de los recursos argumentales más demenciales jamas vistos en una película tomada en serio a sí misma, merced a una puesta en escena no tan vistosa como en títulos anteriores, pero enérgica e inventiva aún.
Con todo, la esquizofrenia de la protagonista que tú ingeniosamente sacas a relucir para justificar la extravagante inclusión de temas Heavy Metal en la película podría ser aplicable más bien al responsable de la misma, que después de salir airoso de la prueba de conseguir introducir al espectador en una historia tan inverosímil, quisiera en un arranque de "genialidad" echarlo a patadas con cajas destempladas (Por mucho que te guste Motörhead, no funciona como banda sonora, y menos cuando lo que iba a sonar debía ser esto. Un crimen, así, con todas las letras.).
Película a ver sin prejuicios, que si no les gusta, siempre pueden consolarse con Jennifer Connelly. Oh, Jennifer...

José M. García dijo...

Pues no creas que ha costado tanto. Los días que han pasado desde que la vimos me ha ayudado a profundizar en ella, lo cual sumado al nuevo visionado que hice ayer, hizo que, al empezar a escribir, tuviera las ideas bastante claras.

El batiburrillo musical del que hace gala "Phenomena" es indigno de un director que, hasta hace poco, había hecho gala de una mirada estética prodigiosa. No puedo dejar de pensar que es un aviso de lo que está por venir.

Y desde aquí me confieso fan de la señora Connelly (y si ha protagonizado anuncios japoneses con más motivos).