jueves, 25 de agosto de 2011

Conan el bárbaro (2011)

(Conan the barbarian)
USA, 2011. 113m. C.
D.: Marcus Nispel P.: John Baldecchi, Boaz Davidson, Randall Emmett, Joe Gatta, Avi Lerner, Danny Lerner, Fredrik Malmberg & Les Weldon G.: Thomas Dean Donnelly, Joshua Oppenheimer & Sean Hood, basado en el personaje creado por Robert E. Howard I.: Jason Momoa, Stephen Lang, Rachel Nichols, Ron Perlman

El nombre de Marcus Nispel no suele cotizar mucho dentro de los baremos con los que se miden a las personalidades más atractivas y/o importantes del cine actual a pesar de que con el éxito de su primera película, la excelente La matanza de Texas, condicionó en dos puntos el camino a seguir por el cine de género norteamericano contemporáneo: la puesta al día de los títulos clásicos que moldearon el género de terror moderno durante la década de los 70; y la recuperación de la mirada sucia, sórdida y salvajemente nihilista que caracterizaba a dichas producciones. Sería con un nuevo remake, El guía del desfiladero, con el que, partiendo de una olvidada película de aventuras noruega, Nispel demostró que su pulso industrial y esteticista casaba con la atmósfera bárbara de la espada y brujería más oscura.

Con estos antecedentes, Marcus Nispel se nos aparece como uno de los factores dentro de una ingenua operación aritmética por parte de los productores a la hora de rescatar a un personaje que estaba ausente de la pantalla grande desde 1984 con la desafortunada Conan el destructor: por un lado, la moda actual de las adaptaciones de superhéroes surgidos del mundo del cómic, un medio al que la creación del escritor Robert E. Howard no pertenece en puridad de conceptos, pero al que está inevitablemente unido debido a que la popularidad de Conan viene dada, principalmente, de sus aventuras en las páginas de los comics Marvel; y el buen estado de salud de la fantasía heróica gracias a, principalmente, la adaptación que Peter Jackson acometió de El Señor de los Anillos y al fenómeno creado por George R.R. Martin con su saga literaria Canción de hielo y fuego (en cuya exitosa adaptación televisiva participa el actor elegido para encarnar a Conan, Jason Momoa).

A raíz de lo dicho, resulta fácil pensar que la nueva versión de Conan el bárbaro supone un ejercicio artificioso destinado a aprovecharse de la coyunturalidad en la que nace de cara a resucitar a una lucrativa franquicia. Una impresión que Nispel se encarga de deshacer desde el mismo prólogo: el nacimiento de Conan en medio de un sangriento campo de batalla no sólo sirve para apuntar el tono pulp que establece el contexto de fantasía sangrienta en la que se desarrollarán las aventuras del personaje (la brutal cesárea que le practica Corin a su mujer con el filo de su espada manchado con la sangre de sus enemigos), sino que dicta el destino de la criatura. El plano de Corin elevando con sus fuertes brazos a su hijo recién nacido por encima de su cabeza rima con la imagen que cierra la película, resumiendo la perspectiva existencial del héroe protagonista.

Poeta de la barbarie y esteta de la supervivencia, Marcus Nispel se apoya en un guión deliberadamente convencional (y que reconoce sus influencias: el pequeño Conan sujetando la cadena que sostiene el recipiente lleno de hierro fundido sobre la cabeza de su padre recuerda al niño sosteniendo los pies de su padre ahorcado de tantos spaghetti westerns) para inmortalizar la atmósfera nihilista y de descarnada brutalidad de unos tiempos legendarios. Conan siendo enviado a recorrer las montañas en soledad como rito iniciático de madurez y volviendo cubierto de sangre y portando las cabezas cortadas de los enemigos que le han asaltado nos retrata a la perfección un universo salvajemente super-vivencialista en el que Conan es enmarcado como una máquina perfecta para sobrevivir en unos tiempos inclementes (el primer contacto que tiene con el mundo exterior es el filo de una espada que atraviesa el vientre de su madre y está a punto de ensartarlo).

Las estilizadas carnicerías con las que se resuelven los combates no sirven sólo para demostrar la crudeza de la era hiboria ni como seña de autenticidad, sino para subrayar la fuerza física con la que se mueve su protagonista. La cámara de Nispel está tan atenta para resaltar lo épico (el rescate de la sacerdotisa Tamara) como para subrayar el impacto (las ralentizaciones que congelan acciones, movimientos o gestos como si fueran ilustraciones), siempre dispuesto a captar el peso de las armas, el esfuerzo de la lucha o el dolor de las heridas. Resulta ejemplar del meticuloso trabajo de puesta en escena de Nispel el momento en el que Conan hace el amor con su compañera: presentada de manera un tanto precipitada por el guión (la ineludible escena "de cama"), Nispel sublima el tópico incluyendo en el plano la espada de Conan clavada en el suelo junto a los dos amantes, convirtiendo el instane en la materialización de los principios vitales del protagonista que el propio Conan ha anunciado minutos antes.

Carente de la fuerza operística de la mítica adaptación de John Milius (de la que se echa de menos, especialmente, la inmortal partitura de Basil Poledouris), Conan el bárbaro subraya el espíritu aventurero -a través del sentido de la maravilla (el barco siendo arrastrado a través de la selva; la montaña con forma de calavera) y ciertos apuntes lovecraftianos que remiten al origen pulp del personaje (el tentacular ser acuático; la máscara que absorbe sangre humana)- de una película fiel a sus instintos a la hora de radiografiar la ambigüedad moral de un universo en el que ni los buenos son tan buenos (la especial brutalidad de Conan con sus enemigos frenan la empatía que el espectador puede tener con el supuesto héroe) ni los malos de una pieza (las ansias de conquistar el mundo de Khalar Zym pasan a un segundo plano ante la posibilidad de recuperar a su esposa, brutalmente asesinada ante sus ojos).


2 comentarios:

Txema SG dijo...

El Guía del Desfiladero es un remake también?? Creo que también es la adaptación de un relato salido del cómic, como las adaptaciones de Virus y de Timecop de Dark Horse.

Sobre Conan. A mi no me disgustó en absoluto y creo que en muchos aspectos es más fiel al personaje de Howard que las peliculas de chuache, me parecio refrescante que usaran el concepto de COnan como pirata para la base del filme.

José M. García dijo...

El los créditos del film de Nispel no se hace mención a ningún otro material de base que no sea la película de 1987.

Me parece muy injusto lo que ha pasado con este Conan, muy maltratado y que resulta un excelente relato de aventuras