miércoles, 7 de septiembre de 2011

Días extraños

(Strange Days)
USA, 1995. 145m. C.
D.: Kathryn Bigelow P.: James Cameron & Steven-Charles Jaffe G.: James Cameron & Jay Cocks, basado en una idea de James Cameron I.: Ralph Fiennes, Angela Bassett, Juliette Lewis, Tom Sizemore

Días extraños comienza con un frenético plano secuencia que nos muestra el atraco a un restaurante desde el punto de vista de uno de los atracadores. Esta perspectiva subjetiva nos hace participar del acto criminal -sentir el riesgo y la emoción; la sensación de peligro y el instinto de supervivencia- sin poner en riesgo nuestra propia seguridad. Este inicio no sólo sirve como arrolladora carta de presentación de la película, sino que funciona como doble declaración de principios: por un lado, de la propia película, que plantea las bases de su discurso conceptual: la utilización de experiencias vitales ajenas como materia de evasión en un oscurísimo futuro próximo; por otro, el vibrante pulso narrativo de una directora que ya convirtió al cine de acción en deporte de riesgo para el espectador en Le llaman Bodhi, demostrando desde los primeros minutos que el cine de Kathryn Bigelow exige a su público el abandono de la práctica contemplativa para introducirle en el ojo del huracán.

Las siguientes escenas no son menos reveladoras. Siguiendo a Lenny Nero conduciendo su coche por las calles de una permanentemente nocturna Los Ángeles se nos ofrece una pavorosa radiografía del escenario en el que transcurre los hechos: el entorno urbano convertido en una jungla en la que la capacidad de adaptación y el instinto de supervivencia son fundamentales para ver la luz de un nuevo día. El delito y la violencia institucional se intercambian y se fusionan, dibujando un paisaje en contínuo estado de alerta (la presencia habitual de la policía antidisturbios, el ejército o, incluso, de vehículos acorazados) y en el que los atracos, las violaciones, las detenciones y los asesinatos se han integrado de manera natural en dicho paisaje, igual que los semáforos o las señales de tráfico.

Este paroxismo de la violencia urbana dota a las imágenes de un tono irreal, como si estuviéramos atrapados en el interior de una pesadilla. La imagen del coche de Nero atravesando un muro de humo, como apareciendo de la nada, aporta un elemento fantasmagórico que enlaza con la imagen del taxi de Travis Bickle recorriendo las sucias y malolientes calles de Nueva York. Días extraños, en este sentido, no esconde sus referencias, sino que las enarbola ofreciéndose no tanto como un título independiente, sino como nuevo eslabón en una cadena iniciada con la perspectiva alucinada y psicopática del Taxi Driver de Martin Scorsese y continuada con la ambientación futurista de corte noir del Blade Runner de Ridley Scott.

A dichos antecedentes Días extraños aporta un elemento apocalíptico al situar la acción durante las cuarenta y ocho horas anteriores a la entrada en el año 2000. De esta manera, los movimientos de los personajes tienen un tono fatalista, como si con sus desesperadas acciones intentaran redimir a un ser humano que ha convertido su realidad cotidinana en un infierno tan vacío como peligroso del que huir a través de los recuerdos virtuales del vecino. En un mundo en el que el dolor de los demás no parece importarle a nadie, el intento de resolver un crimen, de hacer justicia, se nos presenta como un acto de penitencia con la que conseguir una prórroga a la humanidad de cara al nuevo milenio.

Kathryn Bigelow interioriza el propio mensaje de la película, convirtiéndo a ésta en su propio discurso. Más allá de las implicaciones alegóricas, sociales y políticas del guión co-escrito por su ex-marido James Cameron (la referencia al caso de Rodney King que provocó los disturbios de Los Ángeles en 1992 acaecidos entre el 29 de abril y el 4 de mayo), la directora de Acero Azul elabora con Días extraños una experiencia sensorial en forma de montaña rusa adrenalítica a modo de chute directo en el cerebro del espectador. Una inyección de cine puro y sin cortar (como bien señaló Jesús Palacios) que hace del movimiento incesante, de la velocidad imparable pero, también, de las emociones soterradas su razón de ser.

En un momento del film, Max, uno de los amigos de Lenny, plantea una pesimista teoría: el ser humano ha llegado al cenit de su evolución, por tanto, ¿son necesarios realmente otros dos mil años? Las implicaciones nihilistas de este discurso parecen confirmarse con las escalofriantes imágenes que lo acompañan. Pero, en última instancia, Días extraños esquiva ese planteamiento negativo demostrando que sí hay esperanza para el ser humano a través de su esencia más elemental: el amor. Los protagonistas son unas almas desnortadas que se mueven contínuamente en la cuerda floja: unos lo han perdido todo y otros corren el riesgo contínuo de perderlo. ero, aún así, se mantienen en pie impulsados por una convicción romántica que les ayude a salir del oscuro túnel en el que se encuentran encerrados. Un impulso que transmuta el apocalipsis en celebración en los últimos planos y que sirve como esperanzadora fuente de luz para los personajes, la película y el propio espectador.

2 comentarios:

Lord_Pengallan dijo...

Para mi todo lo que intenta la directora y los actores se estrellan con un guión de Cameron lamentable por simplista, topicón y romanticón. Es imposible tomársela en serio.

José M. García dijo...

No creo que el guión de Cameon y Cock sea tan desastroso. Parte de un lugar común (traspasar los elementos del cine y la literatura noir a un contexto de ciencia-ficción) pero asienta bien las bases de la película. Sí que es criticable la dispersión de las tramas y, sobre todo, la convencional conclusión de la trama del psicópata.

Destacar también la excelente banda sonora, especialmente el inagotable tema "While The Earth Sleeps" de Deep Forest y Peter Gabriel, que por sí mismo justifica el visionado del film.