jueves, 20 de diciembre de 2012

Cinerama 2012 (y IV)





















Argo
Ben Affleck prosigue con su carrera de director, cada vez más ascendente, pero sin abandonar su trabajo como actor. En este caso, se aleja de las pequeñas-historias-de-barrio para realizar un ejercicio de suspense político tomando como punto de partida un suceso real -seis diplomáticos estadounidenses se refugian en la embajada canadiense en el Irán de 1979 después de que su propia embajada haya sido asaltada-, realizando una especie de Misión: Imposible a contrarreloj de corte realista a la vez que una sátira de la industria de Hoollywood. A pesar de logrados momento de tensión, el resultado está parcialmente conseguido, especialmente debido a la tímida puesta en escena de Affleck y su incapacidad para dar relieve a la historia que nos está contando.





















Skyfall
No sólo una entrega más a mayor gloria de Daniel Craig en su papel como James Bond, sino que Sam Mendes aprovecha los 50 años del personaje en su andadura cinematográfica para realizar una mirada postmoderna acerca del mismo que funciona a la vez como recopilatorio de las constantes de la saga, homenaje sentido e irónico a la vez y summa argumental cohesionadora. Tan desbordante en lo espectacular como atenta al trasfondo dramático (y freudiano) de Bond, no cabe duda de que nos encontramos, posiblemente, ante la entrega más compleja y elegante de la saga.




















Holy Motors
Tras trece años apartado de la actualidad cinematográfica -con la excepción del segmento Merde, perteneciente al film colectivo Tokyo!-, Leos Carax se despierta, levanta de su cama y (literalmente) abre la puerta que nos lleva al centro de su imaginación. Holy Motors confirma el carácter (ultra)romántico de su autor a través de una odisea metafórica protagonizada por su actor fetiche, Denis Lavant, quien realiza un vertiginoso recital camaleónico para exponer un repaso a los géneros cinematográficos, íntimamente fusionados con la vida, y que transmuta la realidad que nos rodea en un inagotable escenario en el que somos actores a tiempo completo de nuestra propia existencia. Intrigante y episódica, en ocasiones arbitraria, siempre sorprendente.





















El Hobbit. Un viaje inesperado
Casi una década después de cerrar la trilogía dedicada a El Señor de los Anillos de Tolkien con El Señor de los Anillos. El retorno del Rey, Peter Jackson y su equipo regresa a la Tierra Media para relatarnos la aventura anterior protagonizada por Bilbo Bolsón. Sin duda, resulta discutible la decisión de transformar un libro de corta extensión en una trilogía de casi nueve horas de duración, pero Jackson sabe compensarlo inteligentemente convirtiendo la odisea de Bilbo, Gandalf y los trece enanos en un relato que recopila la historia de la Tierra Media a través de una estructura fragmentada y enriquecida con las historias y las leyendas que dieron forma a tan legendaria era. La mayor liviandad de la aventura le sirve a Jackson para desplegar su aliento grandilocuente, engrandeciendo la épica epopeya de unos pequeños seres empecinados en enfrentarse a lo imposible.


miércoles, 19 de diciembre de 2012

Cinerama 2012 (III)





















Mátalos suavemente
Tras su exitosa El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Andrew Dominik regresa con un nuevo ejercicio postmoderno, en este caso, centrado en el terreno del cine noir. Para ello, echa mano de una novela escrita en los años 70 para ambientarla en nuestra época conservando, por un lado, el estilo seco y violento propio de su década para adornarlo con un exceso de retórica emparentada con el locuaz cine de Quentin Tarantino. Su interpretación del género negro como metáfora socio-económica resulta harto sugerente pero en el debe hay que anotar ciertos arrebatos esteticistas algo incongruentes con el conjunto.





















Cosmópolis
A modo de reto personal, David Cronenberg parece empecinado en convertirse en el ilustrador cinematográfico de la literatura imposible. Tras los aciertos con Burroughs, Ballard y McGraht le toca el turno a Don DeLillo con una de sus obras más abstractas y complejas. El resultado es uno de los trabajos más retóricos de su autor, en el que los crípticos diálogos responden a una serie de cifrados mensajes a través de los cuales descifrar las bases del apocalipsis capitalista. La presencia de un Robert Pattinson en perpetuo estado de letargo sirve de perfecta metáfora de una estructura tan unidireccional como de envenenado estatismo y que hacen del visionado de Cosmópolis una de las experiencias cinematográficas más desafiantes del año.





















Looper
En su deslumbrante debut, Brick, Rian Johnson demostró que Raymond Chandler y el cine teenager de instituto podían convivir en el mismo punto espaciotemporal. A falta de ver su segundo film, The Brothers Bloom, inédito en nuestro país, Looper le confirma como uno de los renovadores genéricos más personales del panorama cinematográfico actual. Partiendo de un tema tan caro (y tan aparentemente agotado) a la ciencia-ficción como es el de los viajes temporales, Looper hace de su centro -la paradoja temporal- el punto neurálgico de su sentido exprimiendo todas las posibilidades de un brillante punto de partida. Pero, en última instancia, lo más sorprendente no son las excelentes interpretaciones, el inteligente y racionado uso de los efectos especiales, los calculados giros de guión o el notable sentido del espacio fílmico de su director, sino la habilidad con la que expone su elaborada arquitectura con envidiable sencillez.





















Outrage
Tras el paréntesis metareflexivo que centró sus tres descon-certantes películas previas, a primera vista Outrage podría parecer un calculado, y no poco lógico, run for cover, retornando al cine de yakuzas con el que Takeshi Kitano alcanzó su prestigio internacional. Nada más lejos de la realidad. Por contra, Outrage supone una extraña parodia seria del género, despojándolo de cualquier adorno argumental o narrativo para exponer su esqueleto al desnudo. Una espiral de desaforada violencia que reduce los movimientos de los personajes a una danza de pura abstracción cuyo sentido último seguramente sea tan absurdo como lo parece.


domingo, 16 de diciembre de 2012

Cinerama 2012 (II)





















Los Vengadores
El acontecimiento blockbuster del año, qué duda cabe. A la vez, culminación del proyecto "Vengadores", que se venía preparando desde hace años a través del sucesivo estreno de títulos satélite; traslación del esquema de publicación propio de los cómics a la gran pantalla; y golpe de autoridad de la compañía Marvel a la hora de reivindicar una aproximación al género más cercana al sentido de la maravilla original que a oscuros estudios psicológicos. El resultado es más que apreciable, con un conseguido equilibrio entre acción, humor, suspense y logrando, puntualmente, transmitir ese heroísmo bigger-than-life tan propio de las viñetas. Sólo podemos achacarle la falta de mayor arrojo narrativo en un producto excesivamente fabricado. 





















Martha Marcy May Marlene
Asfixiante y claustrofóbico acercamiento al esquivo tema de las sectas desde una óptica introspectiva a través de la odisea de una joven que ha logrado escapar de las garras de una comunidad liderada por una suerte de mesiánico profeta de oscuros instintos. La estudiada construcción en flashbacks, los cuales llegan a confundirse con la realidad más inmediata de la protagonista, transmite de manera tan eficaz como perturbadora la mente en proceso de desintegración de ésta, a la vez que cuestiona los pilares del bienestar sobre los que sostenemos las lujosas apariencias de nuestra sociedad. En realidad, todo forma un cerrado túnel del cual la protagonista nunca logrará escapar.





















Red State
Imprevisible giro en la carrera de Kevin Smith, quien abandona sus estudios generacionales para desplegar una implacable radiografía del Mal, incubado en los relucientes salones de los hogares del sur norteamericano a través de un caldo de cultivo compuesto por el miedo y la intolerancia y cuya representación supone la secta liderada por un apocalíptico profeta. Partiendo del esquema propio de sus anteriores films -con un grupo de jóvenes ávidos de experiencias sexuales-, Red State desemboca en una muestra de cine de acción descarnada y áspera, de corte documental, y cuyos escarceos con el delirio son, desgraciadamente, anulados por un exceso retórico a la hora de transmitir su mensaje.





















The Amazing Spider-Man
El principal problema de The Amazing Spider-Man no es el presentarse como un nuevo comienzo tras la trilogía que realizó Sam Raimi sobre el mismo personaje y la cual, a excepción del tercer título, había dejado un buen sabor de boca, sino el hacer de su handicap su razón de ser. Así, la mayor parte del (largo) metraje es dedicada a contar un origen sobradamente conocido y con escasas e irrelevantes modificaciones -destacando en el conjunto un tono juvenil muy agradable-, dejando poco espacio para el espectáculo y la emoción. Un tímido episodio piloto, por tanto, que esperemos que acabe de despegar en su preceptiva continuación.





















El caballero oscuro. La leyenda renace
Lejos de limitarse a repetir los logros de su anterior y exitosa entrega, Christopher Nolan efectúa un más difícil todavía con un título que supone tanto la culminación de su etapa a cargo del hombre murciélago como un puente que cohesiona los tres títulos en un todo argumental. A medio camino entre el universo de los cómics de Batman y la más inmediata y cruda realidad en la que estamos inmersos, la trilogía dedicada al Caballero Oscuro se nos descubre como la crónica de un hombre solitario cuya rabia por lo injusto y miedo por lo desconocido le hizo sumergirse en las tinieblas para convertirse en una solución -un símbolo-, y cómo éstas estuvieron a punto de contaminarle para siempre. Tan sumamente ambiciosa como irregular por necesidad, en conjunto, El caballero oscuro. La leyenda renace supone una de las experiencias más arrolladoras del año.





















Prometheus
Víctima de las excesivas expectativas con las que se aguardaba su estreno, motivadas, en gran parte, por la muy estudiada campaña de promoción, Prometheus supone una de los más interesantes trabajos de su director en muchos años. Su equilibrio entre su condición de precuela de una saga mítica ya asentada a la vez que propuesta enteramente original le permite fundir lo mejor de los dos mundos: una estructura heredada del primer Alien. El octavo pasajero y el turbador diseño de producción  por un lado; y un sugerente discurso existencialista acerca de los orígenes del ser humano, por otro. Perjudicada por su sumisión al cine espectáculo más convencional, Prometheus supone, con todo, la mejor consecuencia de la película dirigida por Ridley Scott en 1971 desde la ya lejana Aliens. El regreso de James Cameron.


sábado, 15 de diciembre de 2012

Cinerama 2012 (I)





















Millennium. Los hombres que no amaban a las mujeres
David Fincher regresa al terreno que le labrara fama y prestigio, el thriller de base psicopática, con esta oscura adaptación del best-seller de Stieg Larsson, a su vez un remake de la primera versión cinematográfica sueca, que recupera al Fincher más siniestro y descarnadamente violento. El mayor logro reside en el retrato de la pareja protagonista, destacando la vulnerabilidad con la que Daniel Craig dota a su personaje, y el impecable virtuosismo visual marca de su director, desgraciadamente en esta ocasión puesto al servicio del más absoluto vacío narrativo.





















J. Edgar
Clint Eastwood utiliza una de las figuras más importantes y controvertidas de la reciente historia norteamericana para plantear una hábil disquisición acerca de la relatividad de la verdad. Tomando como base la dualidad que preside la vida de su protagonista y como estructura una narración a base de flashbacks de fuerte componente subjetivo, en J. Edgar se nos retrata los miedos y deseos de una nación tan obsesionada por la pulcritud de las apariencias como atormentada por los secretos que esconde en lo más oscuro de su interior, dispuesta, si es necesario, a reescribir su propia realidad para ello. 





















La invención de Hugo
Partiendo de las más avanzadas técnicas cinematográficas, los efectos especiales digitales y las tres dimensiones, Scorsese rescata el más primitivo pasado del cine en un juego de fusión/contraste que resulta en una de las más hermosas declaraciones de amor al séptimo arte realizada desde una perspectiva infantil -y, por tanto, abierta a la fantasía- que supone la representación de la mirada, siempre fascinada, de un director para quien el cine es tan importante como la propia vida. Los trucajes de George Méliès se dan la mano con la magia de los ordenadores, aunque queda en evidencia la sumisión perfeccionista de estos últimos ante la grandeza de la fuerza poética de los primeros.





















Tenemos que hablar de Kevin
Adaptación de la prestigiosa novela de Lionel Shriver que nos plantea una angustiosa radiografía del lado más oscuro -y, a la postre, humano- de la maternidad, entendida como la relación entre dos extraños unidos por un irrevocable nexo carnal/emocional. A medio camino entre una secuela de La semilla del Diablo y una precuela de Elephant, Tenemos que hablar de Kevin hace gala de un trabajo visual penetrantemente esteticista cuyo poder simbólico -los colores, la iluminación, el diseño de sonido- se descubre como la materialización del sentimiento de culpa de su protagonista, encarnada, en todos los sentidos, por una portentosa Tilda Swinton.





















Titanic
Haciendo gala del muy lucrativo donde-dije-digo-digo-Diego, James Cameron se olvida de las críticas que dirigió hacia aquellos productos que utilizaban el renacido 3D como lifting hiperbólico para hacer lo propio con uno de sus títulos más míticos. Lo importante es  el rescate de una película tan exageradamente encumbrada en su momento como no menos injustamente atacada después. Por encima de su impresionante acabado catastrofista -aún hoy sorprendente-, lo más apreciable sigue siendo esa atmósfera ensoñadora -propia de un cuento de hadas- con la que se plantea una pequeña e ingenua historia de amor en el marco de un grandioso desastre marítimo convertido en leyenda del siglo XX.





















Take Shelter
Recogiendo el testigo del más personal M. Night Shyamalan, Take Shelter se acerca al apocalipsis desde una perspectiva tan minimalista como introspectiva. Lo real y lo soñado, la vigilia y lo onírico, se mezclan y confunden en la mente del protagonista como herencia genética de la esquizofrenia. Convertido en una versión moderna y urbana de la Casandra mitológica, el protagonista se tendrá que enfrentar a todo aquello que ha construido alrededor de su vida y que la sustenta -su familia, su trabajo, sus amigos, su casa- mientras intenta convencer a los que le rodean que el fin del mundo no sólo está dentro de su cabeza.